El Diabólico

Hace un par de sábados pasaba el rato en un ágape nocturno en un PH de la avenida Caseros con mi gran amiga Mer y su gran amiga Nati.

Mientras debatíamos sobre si este encuentro era una simple reunión o si podía ser calificado como fiesta, buscábamos urgentemente alguna forma de divertirnos.

En ese trance se le ocurrió a Mer jugar a una variante de un extraño pasatiempo que descubrió en el blog El Bobero

El juego se desarrolla de la siguiente manera: Uno de los participantes piensa una frase, mientras que un segundo cómplice elige un número. En ese momento, todos deben enviar esa frase como mensaje de texto al contacto de sus teléfonos celulares que coincida con el número propuesto.

Parece una tontería inofensiva, pero no lo es. Este juego –bautizado inmediatamente como El Diabólico– es muy peligroso, una suerte de ruleta rusa telefónica. ¿Por qué?

Ejemplo. La primera frase propuesta fue “Cómo pega esta frula”, a la que le correspondió el número 1. Consecuencia, la preciosa oración terminó en el celular de mi ex psicóloga, quien me estuvo llamando todo el domingo para interiorizarse más sobre el alcance de esta reflexión.

Por supuesto, no atendí sus demandas. ¿Cómo explicarle que se trataba de un simple juego, que no estoy en problemas y que, si tengo algún vicio, poco tiene que ver con las ingestas nasales y mucho con los ravioles de ricota?

Al final le envié un mensaje de texto explicándole la situación y comprobé que ya no estoy en su agenda porque respondió con un tranquilizador “¿Quién sos?”. Bien.

Las siguientes frases lanzadas y sus correspondientes destinatarios fueron:

- "Yo voté a Macri" a Graciela (No tengo idea quién es, pero me respondió en seguida con la frase “Yo no”, y más tarde me preguntó angustiada si yo era “Ernest”).
- "Me tiré un pedo caldoso" a mi ex Cecilia (Afortunadamente no respondió).
- "Quiero más respeto" a Ana (Tampoco respondió, aunque ya no tengo relación con ella, por lo que me importan poco y nada las consecuencias).

Debo decir que igual de desastrosos fueron los resultados experimentados por Mer y Nati. Sin embargo, en ese momento sentimos que el juego era genial, aunque el resto de los invitados comenzó a mirarnos con cierto recelo y a dudar seriamente de nuestras facultades mentales.

No juegues a El Diabólico, es peor que la tabla Ouija y conlleva consecuencias impredecibles.