Un hada madrina en el ascensor del Luxor
Era de madrugada, estaba agotado y sólo quería volver a mi habitación del hotel Luxor de Las Vegas. Caminaba a paso cansino, dirigiéndome hacia los ascensores que me llevarían hasta el piso 16 y, por carácter transitivo, a mi habitación y a la suavidad de mi cama.
Cuando llegué al área destinada a los elevadores, vi que una figura rolliza con un vestido azul brillante dejaba ver los últimos centímetros de su anatomía antes de desaparecer dentro de las fauces del aparato.
¡Wait, please! Grité con desesperación…
Luego de un segundo de espera las puertas se abrieron casi mágicamente y supe que no haría falta esperar eternamente por el siguiente elevador.
Me apresuré a entrar y me topé con una escena increíble: La dueña del vestido azul brillante era un hada madrina, y estaba custodiada por otras dos hadas rollizas y una niña de cara angelical.
Las puertas se cerraron y dentro del ascensor todo comenzó a brillar. La luz rebotaba en las piedras de los vestidos y en las paredes doradas. Lamenté no tener lentes oscuros para sobrevivir a esos 16 pisos.
Nadie habló. En el piso 7 traté de mirarlas con disimulo, buscando las alas en sus espaldas, pero fue imposible sin parecer demasiado obvio. En el piso 10 estuve a 2.5 segundos de decir nice dress, pero temía que las hadas hablaran otro idioma y que la comunicación se vuelva imposible (hoy me arrepiento). También hubiera querido tomarles una foto, pero tanta luminosidad dificultaba la tarea.
Las tres lucían altísimos peinados con piedritas brillantes en el cabello. Las tres tenían ojos azules, y sonrisas blancas y alineadas. Los tres vestidos parecían que iban a explotar por el escote y por otras aberturas que estaban a punto de crearse. Eran de color azul, rojo y naranja, pero no recuerdo el de la niña, que terminó totalmente opacada por el brillo de sus hadas.
Pensé en pedir un deseo, aunque sea en mi interior y en forma secreta, pero me pareció una tontería y descarté la idea cuando llegamos al piso 14.
Cuando arribamos al 16, las puertas se abrieron. Tardé dos segundos en decidirme, pero finalmente salí y escapé del embrujo. Cuando pasé el umbral, me di vuelta velozmente.
Las tres hadas me miraban, y sonreían. Todo era brillo.
Caminé hacia mi habitación, abrí la puerta, me saqué el saco y los zapatos, y me derrumbé en la cama.
Esa noche pedí un deseo.
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1 comentario:
me gustan mucho tus crónicas de viaje- son ágiles e interesantes. el blog se amplia y enriquece.
claro, algunos temas son descono-cidos para mi.
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