La Novia


Mientras que Edward sufría simplemente los nervios convencionales de la primera noche, Florence experimentaba un temor visceral, una repulsión invencible y tan tangible como un mareo.

La mayor parte del tiempo, a lo largo de todos los meses de alegres preparativos de boda, logró hacer caso omiso de aquella mancha sobre su felicidad, pero cada vez que sus pensamientos se centraban en un estrecho abrazo -era la expresión que prefería-, el estómago se le contraía secamente y sentía náuseas en el fondo de la garganta.

Florence sospechaba que había en ella alguna anomalía profunda, que ella siempre había sido distinta y que al fin estaba a punto de ser descubierta. Creía que su problema era más grande, más hondo que el mero asco físico; todo su ser se rebelaba contra una perspectiva de enredo y carne; estaban a punto de violar su compostura y su felicidad esencial...

Fragmento de Chesil Beach de Ian Mcewan.

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